jueves, 19 de marzo de 2009

Los mensajes destructivos no caben en una democracia


Me gustaron mucho las palabras de Rodrigo Avila cuando dijo al conceder la victoria a Funes, que le había pedido a Dios que le diera a éste sabiduría para gobernar. Faltó la felicitación de rigor como se estila en toda democracia moderna, pero fue importante el uso de este lenguaje moderado y constructivo de parte del político de ARENA. En toda democracia como él lo recordó, no siempre se gana y hay que someterse a la voluntad popular. Este lenguaje de moderación también lo demostró el candidatos ganador Funes, cuando extendió la mano al adversario. Sin embargo este lenguaje no fue precisamente el que predominó en toda la campaña política, al contrario, abundó de parte de todos los partidos con matices por supuesto, el insulto, la ofensa, la pinta y pega irrespetuosa, el grito estridente, la trifulca vulgar y la canción peyorativa. Faltó el intercambio respetuoso, argumentativo e inteligente de planes y proyectos de gobierno, así como el debate público que en toda democracia resulta indispensable. Los partidos políticos tienen que evolucionar en el manejo de sus campañas, todo lo que dicen es muy importante para el conglomerado social de allí que sus palabras y acciones, deben ser cuidadosas, prudentes, respetuosas, porque llegan a formar parte de la cultura política del conglomerado. Si un político se permite vociferar en público contra su oponente o decir mentiras o medias verdades, o promesas que sabe que no cumplirá, el ciudadano común puede deducir que mentir o gritar con intolerancia, es una práctica moralmente aceptable. Si por el contrario, un político demuestra mesura y prudencia, la gente que lo escucha igualmente buscará imitarlo y observar tales conductas en su vida. Una campaña política respetuosa significa en una democracia, un signo de madurez. Por eso sería importante que en la evaluación de sus respectivas campañas, los partidos políticos hagan una reflexión a fondo sobre sus mensajes y la forma cómo hacen su campaña. En una democracia la libertad de expresión tiene un límite, no es absoluta como no lo es ningún derecho, de allí que el mensaje propagandístico no debe confundir a la gente, engañarla o utilizarla, todo lo contrario debe buscar convencer con la verdad, sin olvidar por supuesto la crítica objetiva y si se quiere acerada, pero nunca mentirosa ni destructiva, el escrutinio personal de los candidatos debe manifestarse igualmente agudo pero no cínico. El gane a toda costa no cuenta en la democracia, sino solo el obtenido dentro de ciertos estándares morales mínimos, la política nunca debe alejarse de la ética. A propósito de los mensajes políticos, ojala que don Rodrigo Avila con toda esa madurez y mesura demostrada en su reconocimiento como perdedor, incidiera en su partido para que abandone la letra de su himno, no su música. Ese mensaje tan beligerante, al menos en una de sus partes, que destila odio y destrucción para el adversario “rojo”, ya no cabe en nuestra democracia, ni el rojo de izquierda ni el blanco, amarillo, verde o azul de la derecha, sobran en nuestro país, al contrario son necesarios todos, porque la nuestra es una democracia pluralista. El Salvador a la hora actual no se puede concebir sin sus partidos políticos de cualquier signo ideológico siempre que actúen dentro de la legalidad. Para la salud de la democracia todos los partidos políticos deberían caminar en la dirección del mensaje conciliador y prudente, esa es la única forma de que como pueblo nos encontremos en la construcción de objetivos comunes, sobretodo en esta época de crisis, al fin y al cabo los políticos y sus partidos en toda democracia, tienen adversarios o contendientes, pero nunca enemigos o rivales irreconciliables.

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Abogado y escritor. Libros publicados: Elementos para la Protección Internacional de los Derechos Humanos; La aplicabilidad del derecho internacional de los derechos humanos en el orden jurídico de los Estados de Centroamérica; Diccionario Básico de los Derechos Humanos Internacionales. En preparación una novela.