lunes, 11 de mayo de 2009

La tragedia de Karina

¿Por qué no le pides permiso al patrón para que vengas a casa?, le dijo en una ocasión su pequeño hijo que la visitaba en la cárcel, a Karina Clímaco, sentenciada a 30 años de cárcel acusada de matar a su propia hija luego del parto. Al niño, uno de los tres que tiene bajo el cuidado de una hermana mientras ella purga su pena, le habían dicho que ella allí trabajaba para mantenerlo en su inocencia, ajeno a esta tragedia que vive su madre desde hace siete años. Pero no es sólo por caridad elemental que este caso indigna, sino por la chapucería, la imprudencia, la falta de sana crítica, la ligereza con que todo el sistema judicial lo manejó. La policía, la fiscalía, los forenses, los jueces, todos, todos, absolutamente todos, cometieron errores graves en un proceso que por Constitución y por la ley, debió realizarse observando una serie de garantías y pasos procesales, para que una persona inocente nunca sufra lo que le ha pasado a Karina. Primero fue acusada de aborto cuando es llevada inconsciente al Hospital de San Bartolo, el más cercano de donde vivía, en La Cima, Tonacatepeque, en una casita muy pobre, junto con otras tres personas mayores y cuatro menores. Luego se descubre por aviso de su madre nada menos, que hay una niña muerta bajo su cama, y la acusan de homicidio agravado sobre la base de una autopsia llena de incongruencias y de vacíos ultrajantes como señalar que la niña tenía próstata firme, no aumentada de tamaño, o que tenía los labios delgados cuando en las fotos tomadas por ellos mismos (Medicina Legal y la Policía), muestran lo contrario, donde se muestra la foto de la niña muerta y arriba le ponen reporte “histopatológico” sin dar detalles de los supuestos análisis de las estructuras vitales de los tejidos a que este estudio refiere y que hubieran dado luz sobre lo sucedido, para no mencionar sino lo más superficial, de un sinfín de errores y contradicciones, que concluyen con el brillante señalamiento del forense que la niña había nacido viva porque tenía aire en los pulmones y que había sido estrangulada porque presentaba excoriaciones en el cuello. Luego el tribunal infiere sin prueba directa del homicidio de la menor, que la madre había sido la autora y la mandaron a purgar treinta años de cárcel sin ningún atisbo de duda. Este caso se conoció por esos azares de la vida y muchos deben existir desgraciadamente en el país, cuando un periodista del The New York Times lo reportó erróneamente como una condena por aborto y eso dio la vuelta al mundo, al salir a la luz su juicio una organización de mujeres le puso atención y decidió darle seguimiento, hasta llegar a este momento en que se pone a prueba la justicia nuevamente en el país. Expertos argentinos han estudiado la autopsia y el caso en sí, y todos, autoridades de gran nivel, han determinado que no existe prueba de que la niña hubiera muerto por estrangulación, hubo otras causas que allí se señalan como posibles pero que nunca se tomaron en cuenta. Cuatro “defensores” asistieron a la acusada, mejor no la hubieran defendido, la hubieran dejado sola y ella se hubiera defendido mejor contándole al tribunal lo sucedido. Los defensores públicos nunca fueron a hablar con ella para preguntarle detalles del caso, los privados simplemente cobraron, uno de estos ni siquiera contestó las observaciones de la Sala de Casación para que se admitiera el recurso que él mismo había interpuesto. Hasta la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia sale a brillar por su poca enjundia, al darse cuenta que el defensor no contestaba las observaciones que le hicieron al escrito de casación presentado, en lugar de intimar al Tribunal para que le nombrara un defensor de oficio y que las evacuara, simplemente lo declaró sin lugar, por meras formalidades no se puede pasar por alto la justicia, sobretodo en una condena de tal magnitud. Por el momento el caso está en revisión, se acepte o no, el mal ya se ha hecho, y solo nos queda la esperanza de que esta vez la la justicia en nuestro país se reivindique, que los jueces nos sorprendan por su acuciosidad, sobriedad intelectual, buen juicio, su prudencia, duda sistemática, en fin por su compromiso con la justicia no la de apariencias sino la material, la que reclamaba Aristóteles cuando hablaba de llegar con equidad al caso particular que la generalidad de la ley no podía prever, y que nuestro Constitución no olvida cuando habla del valor justicia y compromiso con la persona humana concreta. Basta de ligerezas que causarían risa sino produjeran tragedias como la de Karina Clímaco. Recién tuvimos el caso de Katya Miranda en donde el anterior Fiscal pidió disculpas por los errores cometidos, en éste, alguien también tendrá que hacerlo, tarde o temprano.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Datos personales

Mi foto
Abogado y escritor. Libros publicados: Elementos para la Protección Internacional de los Derechos Humanos; La aplicabilidad del derecho internacional de los derechos humanos en el orden jurídico de los Estados de Centroamérica; Diccionario Básico de los Derechos Humanos Internacionales. En preparación una novela.